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Juan José Arreola

Uno de mis primeros libros de lectura infantil se llamaba Leo y escribo. Yo escribo porque aprendí a leer. Soy el niño más torpe y menos atento de una estirpe rica en hábiles artesanos.

Todos contribuyeron al acondicionamiento de nuestra casa, amueblando dos siglos de memoria. Aquél, la piedra y la madera. Éste, la tierra y sus frutos, aquel otro, los metales, desde la extracción de la mina hasta la fragua, la lima, el torno y las tenazas. Mieles, resinas, cera y pino. Adobes y ladrillos. Argamasa y barro. Arena, cal y canto.

Hoy, me doy cuenta. Cuando estoy con mis hermanos mayores constato que las palabras eran cosas que podía manipular con mis manos de niño sano, ya tan enflaquecidas para siempre. Y voy, añadiendo palabras a otras palabras, haciendo lo mejor que puedo con las letras, para que expresen lo que quiero decir. Ahora sé que las palabras expresan más cuando las letras se ponen ellas solas en fila y siguen el orden misterioso que solo ellas saben comprender. Ahora sé que la palabras se instalan en la boca de manera natural cuando verdaderamente sentimos la necesidad de decir, pero a continuación van hacia las manos, desde la punta de la lengua hasta la punta de los dedos, y escribir se convierte en puro artificio. Quise jugar a este juego de la gallina ciega que termina encontrando un grano después de tantos pasos perdidos. Desde la infancia he jugado con las palabras clave de un alfabeto secreto.

¿Es mejor rosa pura que pura rosa? La suma de los factores afecta efectivamente a los productos verbales. Confieso que, como casi todo el mundo, he salido perdiendo en este inmenso juego de palabras que ha sido mi corta vida de escritor, gané algunas bazas y me voy de la mesa con la conciencia tranquila.

Nadie puede luchar impunemente contra el ángel ni encender fuegos artificiales frente a la capilla ardiente. He leído todos los libros y he perdido el vicio de escribir.

¿Para siempre?

Juan José Arreola
México
Nace en 1918 en Ciudad Guzmán (Jalisco). Actor y narrador. Trabajó en La Comédie Française. Fundó talleres literarios. Su cuidada prosa es erudita y humorística a un tiempo. Hablando de la oralidad, Arreola dice que «las palabras bien acomodadas crean nuevas obligaciones y producen una significación mayor que la que tienen aisladamente». Entre sus obras destacan: Confabulario personal [Ed. Bruguera], Mujeres, animales y fantasías mecánicas [Ed. Tusquets].